miércoles, 22 de agosto de 2007

Carlos de la Rica


En modo alguno es fácil encardinar la biografía de Carlos de la Rica (1929-1997), un poeta que se involucró con extremada pasión en muchas aventuras que, en principio, poco o nada tenían que ver entre sí, salvo el haber encontrado su común fuerza originaria en su vocación sacerdotal. Como sacerdote que fue hasta su misma muerte, compaginó sus tareas al frente de Carboneras del Guadazaón con un sólido activismo intelectual orientado a fortalecer las relaciones entre las tres grandes religiones del monoteismo. Hijo del II Concilio Vaticano, gastó muchos cartuchos de su vida en la lucha contra la dictadura franquista, procurando la aceptación por los partidos de izquierda con los que él simpatizaba de la solución monárquica al problema español y el establecimiento de sólidas relaciones con el recién creado Estado de Israel.
Comenzó su carrera literaria cuando no era más que un seminarista rubio que se postulaba para el sacerdocio en el Seminario conquense de San Julián. Sus comprometedores vínculos inciales con las vanguardias del postismo -movimiento poético sobre el que el lector puede encontrar aquí interesantes y muy sólidas reflexiones- estuvieron a punto de costarle su carrera sacerdotal, enfrentándole con la jerarquía católica y con las grandes voces de la poesía eclesiástica. Posteriormente, sus ilusionadas tareas en favor del nuevo realismo no tremendista forjado en torno a las revistas Deucalión y El Pájaro de Paja, y que la historiografía ha dado en catalogar como «realismo mágico», le supuso la difinitiva ruptura con la poesía sacerdotal y la desconfiada aceptación de su persona entre los poetas entonces dedicados a hacer de la poesía un gesto político de lucha antifascista. Una simple lectura de los poemas de Ciudadela -escrita en esa década, pero publicada por miedo muchos años después, en 1995- y La Casa (1960), son elcuentes testigos de aquellas tempranas aventuras, y el cimiento primordial sin el que ya nunca podría entenderse la solided de su particularísima obra literaria.
Ya entrados los años sesenta, su obstinado empeño en utilizar los grandes mitos del clasicismo griego y los guiños de la vanguardia en su poesía política -el «realismo mitológico»- fracturó casi definitivamente sus relaciones con los poetas sociales de la época sin que, como consecuenca de su vocación humanista, le fueran abiertas las de las nuevas generaciones que, desde finales de los años sesenta, hicieron del culturalismo la seña dominante de una nueva identidad generacional. Este sesgo comprometido, que tuvo en Edipo el rey (1965) y Poemas junto a un pueblo (1977) sus mejores realizaciones, le condujo así -de nuevo- a la exclusión en los años setenta por parte de quines nunca vieron en él el mejor y más antiguo de sus precursores.
En sus últimos años, Carlos de la Rica inició un incesante «camino de retorno» hacia sus orígenes vanguardistas con sus Poemas de amar y pasar (1982) y su Oficio de alquimista (1995), que se completó con ese gigantesco homenaje a la cultura clásica grecolatina y judeocristiana que fueron sus Juegos del Mediterráneo, publicado algunos años después de su muerte. Semejante reencuentro dejó a su paso algunos hermosos esquejes neopostistas, como la aparición del grupo poético de «La Camama» protagonizado por José del Saz Orozo, Manuel San Martín, Carlos Asorey y Luis Lloret, que tuvo en la ya legendaria aventura editorial de Carlos de la Rica, «El Toro de Barro», el más compromotido de sus epicentros en una década que, como la de los ochenta, era escasamente proclive para este tipo de aventuras.
Es, precisamente, «El Toro de Barro» una de sus mas duraderas creaciones. El sello, nacido en 1965, es hoy el segundo más antiguo de España, y uno de los diez más antiguos del mundo dedicado a la poesía. Desde sus comienzos, el poeta y sacerdote Carlos de la Rica imprimió a su sueño editorial un impulso renovador que le llevó a poner en valor a los maestros de las vanguardias postistas como Ángel Crespo, Gabino Alejando Carriedo, Eduardo Chicharro y Carlos Edmundo de Ory y a impulsar el espíritu de las vanguardias entre las generaciones más jévenes de la poesía española. Ese vínculo temprano y emocional imprimió carácter al mítico sello conquense, que supo hacer frente a los aires avasalladores de distintas generaciones literarias manteniendo intacta las tradiciones vanguardistas y el peso de una poesía capaz de mantenerse indemne de las circunstancias del tiempo. Como suele ocurrir con todos los heterodoxos, Carlos de la Rica yace olvidado en una tumba clásica en el pueblecito conquense de Carboneras del Guadazaón, como la principal prueba de cargo de que también los dioses se olvidan de sus héroes....

sábado, 18 de agosto de 2007

Eduardo Chicharro


Hijo de Eduardo Chicharro Agüera, afamado pintor de cámara de Alfonso XIII, el poeta Eduardo Chicharro –Chebé para los amigos–, nace en Madrid el 13 de julio de 1905. Su infancia y juventud transcurre en Italia, donde su padre ejerce como director de la Real Academia de Bellas Artes de España en Roma. Desde esa atalaya del Janículo romano se inicia en la pintura. Ya en Madrid, ejercerá como profesor de Dibujo Artístico en la Escuela de Artes y Oficios y como profesor de Pedagogía del Dibujo en la Escuela de San Fernando de Madrid. Casado entonces con la gran pintora Italiana Nanda Papiri, funda en 1945, junto a Carlos Edmundo de Ory y Silvano Sernesi, el Postismo, un movimiento estético-literario que se sustancia en una revisión singularísima de los presupuestos futuristas, cubistas, dadaístas y, sobre todo, surrealistas, que tendría en la revista del mismo nombre y La cerbatana sus máximas realizaciones. Entre el reclamo profesional de los pinceles y la más profunda llamada de la poesía, su verdadera vocación, permanece en Madrid hasta su muerte, acaecida en 1964.
Publicó junto a Ory Las patitas de la sombra (1945). Escribiría Tetralogía (1949-1950), Cartas de noche (1950-1960) y Música celestial (1957). Poco después de su muerte, El Toro de Barro publicó su primera y única antología hasta la fecha, Algunos poemas (1965), preparada por Ángel Crespo y Pilar Gómez Bedate, y acaba de volverlo a hacer con la edición de 13 sonetos 13 en los Cuadernos del Mediterráneo, a modo de homenaje a uno de los maestros fundamentales de su tradición literaria.




Carlos Morales

lunes, 13 de agosto de 2007

David Escobar Galindo

El poeta, novelista y jurista salvadoreño David Escobar Galindo nació en 1943. Consiguió el doctorado en Jurisprudencia y Ciencias sociales en la Universidad de El Salvador, y fundó la Universidad Dr. José Matías Delgado, que actualmente dirige como Rector. Es Director Presidente de la Real Academia de la Lengua salvadoreña, y participa activamente como columnista del diario La Prensa Gráfica, el más importante del mundo periodístico salvadoreño. En su biografía personal, destaca su relevantísimo papel jugado en los distintos procesos de negociación que, entre 1990 y 1992, pusieron fin a la terrible Guerra Civil de El Salvador.
Como escritor, ha cultivado todos los géneros literarios, hasta el punto de convertirse en uno de los autores más prolíficos y venerados de la cultura salvadoreña. Entre su larga producción literaria, y al lado mismo de El despertar del viento –publicado por El Toro de Barro en 1972– pueden destacarse algunos poemarios como Duelo y ceremonial por la violencia (1972), Memoria de España (1972), Cornamusa (1975), El corazón de cuatro espejos (1972), El Libro de Lilian (1976), Sonetos de la sal y la ceniza (1979), Sonetos penitenciales (1980), Árbol sin Tregua (1996), Oración en la Guerra (1989), El venado y el colibrí (1996) y la novela Una Grieta en el Agua (1972). Además ha preparado varias antologías poéticas como El Arbol de Todos, Lecturas Hispanoamericanas (1979) y Páginas Patrióticas Salvadoreñas (1988).
El epicentro de su poesía es el gigantesco y dramático escenario de violencia que ha atravesado su patria desde finales del siglo pasado y, aunque ha cultivado los formas literarias más tradicionales como el soneto, su poesía alcanza realmente su máximo esplendor en los territorios en los que el versolibrismo se pone al servicio de la cotidianidad o sondea en las habitaciones oscuras del pasado con un gesto siempre elegante de melancolía.




Carlos Morales


(El lector puede contemplar en este espacio una Biografía del escritor salvadoreño David Escobar Galindo; puede también disfrutar de una Breve antología poética o interesarse por los libros publicados por este autor en los talleres de El Toro de Barro.
Los vínculos y enlaces, aparecen implícitos en los textos, con caracteres más oscuros)


Naim Araidy








Nathán Yonathán








Shamer Khair








viernes, 10 de agosto de 2007

Víctor Botas


VÍCTOR BOTAS



Víctor Botas (Oviedo, 1945-1994) cursó estudios de Derecho en la Universidad de Oviedo. Entre 1969 y 1979 ejerció la abogacía, trabajó en los servicios financieros de un banco y colaboró como docente en la cátedra de Derecho Romano de la Universidad de su ciudad. A partir de entonces, el autor afirmaba andar «a su aire, en negocios». Sin embargo, su principal dedicación desde este momento fue la literatura. Su primer libro de poemas, Las cosas que me acechan (1979), influido por la lectura de Borges, muestra ya un inventario temático -la ausencia amorosa, la pervivencia de la poesía sobre la vida, el transcurso misterioso del tiempo- que desarrollará en su producción posterior. Su siguiente libro, Prosopon (1980), incorpora el cuaderno Homenaje (1980), editado de forma exenta unos meses antes, y enriquece la impronta borgiana con los ecos de un lirismo que oscila entre la cadencia elegíaca y la serenidad elocutiva.
Tras la publicación de estos libros iniciales se abre una etapa lúdica centrada en la búsqueda de una voz personal. Segunda mano (1982) se compone de un conjunto de versiones poéticas (en ocasiones apócrifas) donde Botas se apropia de los textos que le sirven de modelo mediante la actualización de sus claves retóricas y la parodia de sus fuentes literarias. La redacción de este libro discurre paralelamente a la de Versiones libertinas, unas traducciones libres del epigramista Marcial que sólo verían la luz varios años después, como apéndice del volumen crítico La obra poética de Víctor Botas (1995), coordinado por José Luna Borge. La faceta humorística de Botas se completa con el cuadernillo Aguas mayores y menores (1985), que prolonga la vocación festiva y desmitificadora que caracterizaba a los ejercicios literarios de la tertulia del café Oliver, entre cuyos miembros se encontraban José Luis García Martín y el propio Botas.
La obra de madurez de Víctor Botas se inaugura con Historia antigua (1987), finalista del Premio de la Crítica. En este libro, del que el autor ya había dado un adelanto en Arcana Imperii (1984), cristalizan sus obsesiones recurrentes: una tenue pátina culturalista, un confesionalismo apenas tamizado y un diálogo continuo con los poetas de ascendencia grecolatina. Por este camino transitan también Retórica (1992), que da una nueva vuelta de tuerca a los tópicos instituidos por la tradición literaria, y Las rosas de Babilonia (1994), un conjunto de poemas irónicos y sentenciosos que fue editado póstumamente bajo la supervisión de José Luis García Martín. La producción lírica de Botas se ha reunido en Poesía (1979-1992) (1994) y Poesía completa (1999).
Aunque su repercusión ha sido menor que la de su obra poética, Botas desarrolló una relevante labor narrativa, a la que se desplazan las obsesiones fundamentales de su poesía. El autor publicó tres novelas: Mis turbaciones (1983), un texto donde se confunden apuntes biográficos, eróticos y metaficcionales; Rosa rosæ (1992), recreación picaresca de la Roma clásica que incide en las similitudes entre la historia romana y la historia actual, y Yanira (1996), narración breve de género detectivesco ambientada de nuevo en el mundo latino. En este contexto habría que anotar además la colección de relatos El humo del Vesubio (1997), una galería miscelánea donde se dan cita desde el homenaje a los cuentos de fantasmas de Henry James hasta la relectura desmitificadora de La muerte en Venecia, de Thomas Mann. Reaparece aquí la aleación entre historia, ironía y experiencia que define el universo estético de Víctor Botas.




Luis Bagué Quílez



(Esta semblanza crítica fue publicada en su edición virtual por el Instituto Cervantes)


El lector puede hallar aquí una Biografía y semblanza crítica de la obra de Víctor Botas realizada por Luis Bagué Quílez, así como una Breve antología de su poesía e información específica sobre Prosopon, editado en 1980 por El Toro de Barro.

(Los enlaces y vínculos, están en el mismo texto en caracteres más oscuros)



miércoles, 8 de agosto de 2007

Miguel Valdivieso

Miguel Valdivieso, por Lorenzo Goñi


Las primeras noticias literarias del poeta cartagenero y miembro de la «Generación del 27» Miguel Valdivieso (1896-1966) lo sitúan en la ciudad de Murcia, muy estrechamente relaccionado -allá por los años treinta- con el grupo fundador de la revista Verso y prosa. Allí pasó la Guerra Civil, tras cuyo final fue desterrado a la ciudad conquense de Tarancón y, más tarde, a la propia capital de Cuenca. Allá, sobreviviendo con el parco sueldo de un funcionario de correos, fundará con Amable Cuenca y Eduardo de la Rica la revista El Molino de Papel, cuyos quince años de existencia (desde 1950 hasta 1965) la convierten en una de las más longevas de la posguerra española. Y fue precisamente en Cuenca donde, gracias al poeta y editor Carlos de la Rica y a su pequeña y aún naciente colección El Toro de Barro, se editaron en 1968, dos años después de su muerte, sus Obras completas, con un sustancioso prólogo del que había sido su valedor espiritual, su amigo y su maestro, el gran poeta Jorgue Gillén. «Con su propio bagaje espiritual se asocia Valdivieso -desde su retiro- a la generación que, además, cronológicamente le correspondía. Entonces y después leyó Cántico. Y más tarde, Clamor. La compañía de aquel libro contribuye a establecer la propia personalidad, y aquella influencia fue asimilada y superada. Acorde a su época, buscó siempre la concisión sin extremar la elipsis. Si cultivó la imagen con agilidad, no fue nunca número de circo mitológico. Su interés apasionado por la realidad inmediata le pone en relación con los escritores de los tristes decenios. Y a su cabeza, el genial Miguel Hernández [...]. Es natural que Valdivieso hubiese pensado en pedir un prólogo al poeta Ángel Crespo, con tanto sentido de la tierra y las cosas».
Luis Jiménez Martos, que fue uno de los pocos críticos que de él se ocuparon, destacó en su obra la búsqueda «de la exactitud expresiva...el equilibrio entre la forma depurada y la realidad viviente", que se hizo bien patente en su particular y poco común acercamiento a las cosas pequeñas de la vida cotidiana, que nada tenía que ver con los tonos tremendistas o prosaicos de la poesía española de posguerra...


(El lector puede disfrutar aquí de una pequeña selección de su obra poética o informarse sobre sus Obras completas)


Algunos artículos sobre Miguel Valdivieso:

DÍEZ DE REVENGA, Francisco Javier, «La poesía de Miguel Valdivieso», en De don Juan Manuel a Jorge Guillén. Estudios relacionados con Murcia, Murcia, Academia Alfonso X El Sabio, 1982, vol. II, págs. 79-108.
GUILLÉN, Jorge, «Prólogo», en
Obra completa, págs. 9-25.
JIMÉNEZ MARTOS, Luis, «Valdivieso, Laffón, Oliver y algunos otros poetas de los años veinte», en La Estafeta Literaria, núms. 618-619, Madrid, 15 de agosto-1 de septiembre de 1977, págs. 16-19.
MARTINÓN, Miguel, «Miguel Valdivieso: Las voces del poeta», en Espejo del aire, Madrid. Verbum, 2000, págs. 100-106.
RICA, Carlos de la, «Miguel Valdivieso, la expresión de Cuenca», en Cuenca. Revista de la Diputación, núm. 11, Cuenca, 1977.

(Este bosquejo biográfico se ha obtenido de Wikipedia)


viernes, 3 de agosto de 2007

Margalit Matitiahu

Margalit Matitiahu nació en Tel Aviv (Israel), donde, tras el Holocausto y la Segunda Guerra Mundial, se establecieron sus padres procedentes de la comunidad sefardí de Salónica (Grecia) y descendientes de judeoespañoles de León, llevando con ellos el ladino o sefardí, que Matitiahu aprendió de niña. Posteriormente realizó estudios de Literatura Hebrea y Filosofía en la Universidad de Bar Ilán. Actriz profesional en los años de juventud, comenzó a publicar sus primeros poemarios en hebreo aunque, a mediados de los años ochenta, se comprometió activamente con el uso literario de la lengua judeoespañola, sobre todo desde la publicación de Kurtijo Kemado en 1988, un conmovedor encuentro con sus antepasados quebrados en Auschwitz. Desde entonces, los libros en ladino se han sucedido, publicando en 1992 Alegrica, y en 1997 Matriz de luz y Vela de la luz (que incluye Kurtijo Kemado, Los visajes, Alegrica, Cartas, Simientes de amor, Matriz de luz y Las escaleras de media noche). En hebreo ha publicado Por el vidrio de la ventana (1976), El ruido veraniego (1979), Cartas blancas (1983), Esposada (1987) y Escaleras de media noche (1995). Sus publicaciones más recientes en lengua sefardí son el ya mítico Kamino de tormento (2000) y Bozes en la Shara, publicados en los años 2000 y 2001 por la editorial española El Toro de Barro.
Margalit se ha convertido en una apasionada investigadora y difusora del sefardí, habiendo estudiado la prensa judía de Salónica en ladino durante el período 1860-1940 así como el desarrollo de la poesía que aparece en ellos, y participado en programas de radio en ladino durante más de 25 años. Es también una estudiosa del papel de la mujer en la familia, la sociedad, la educación y la política. Pertenece a la Academia Mundial de Arte y Cultura (de la que es Doctor Honoris Causa), al Pen Club Israelí y a la Asociación Hebrea de Escritores. Desempeña, además, el cargo de secretaria general de la Asociación Israelí de Escritores. Ha participado en congresos y encuentros de todo el mundo; concretamente, y en España, en Valencia (1998, 1999), Toledo (1998) y Murcia (2000). Tiene numerosos premios en su haber, entre ellos el Ateneo de Jaén 1996, el “Fernando Jeno” 1994, concedido por la comunidad judía de México, y el “Premio de creación del Primer Ministro” 1999, el máximo galardón que se concede en las letras israelíes. En 1997 fue recibida y homenajeada por el Ayuntamiento de León, de donde habían sido expulsados sus ascendientes junto a las comunidades del resto de la Península.
También hay que destacar su papel como uno de los líderes más significativos del pacifismo hebreo, encarnado en los ya legendarios Encuentros de escritores árabes e israelíes de la ciudad galilea de Maghar.



(Más información sobre su apasionante biografía y sobre su obra en el artículo de Carlos Morales titulado "Al encuentro con la luz" editado en este mismo espacio y que sirvió de prólogo a la antología de la utora publicada en el año 2005 por la editorial Linteo, Asiguiendo al esfuenio.)



Puede disfrutarse aquí de una breve selección de sus obra poética, así como obtener información sobre los libros de Margalit Matitiahu publicados por El Toro de Barro y seguir algunas de las reflexiones sobre su obra aparecidas durante los últimos años en los medios de comunicación de todo el mundo.